La absoluta influencia de Cristiano Ronaldo en el presente del Real Madrid y en su futuro inmediato quedó ayer demostrada por si cabía alguna duda. Anoche Cristiano hizo todo cuanto se puede permitir un futbolista y en ese afán recorrió toda la gama de colores hasta finalizar en el rojo: asistió en el primer gol, provocó un penalti con el partido empatado, lo falló, marcó el cuarto tanto y, a dos minutos del final, fue expulsado. Si su cuerpo se movió, en alternancia con Higuaín, por los terrenos del delantero centro, su ánimo transitó, sucesivamente y en diferentes fases, por la ansiedad, la euforia y la frustración. Sin reposo. Así, en el minuto que cabe entre el penalti pitado y el remate de Benzema, Cristiano pasó de la alegría a la decepción y acto seguido al ego herido, de ahí que le costara tanto levantar los brazos. Su expulsión es la respuesta al manotazo que recibe en la cabeza, pero la jugada nace con un aplauso y con la necesidad de salir del enjambre para corresponder a ...