Vayamos por partes. Primero, reconocerle a Katsikaris que es hombre de palabra, que cumplió con lo prometido y vimos a un Bilbao con otro talante. Ahora el factor cancha es suyo. Nadie había vencido en la Caja Mágica esta campaña en la ACB, nadie hasta ayer (19-1), cuando los hombres de negro destrozaron esa soberbia racha. Desde ya se entregan al efecto Miribilla y, si ganan los dos partidos en su nuevo pabellón, estarán en la final, guiados quizá por el espíritu del Manresa, que hace 13 años se llevó la Liga desde la sexta plaza tras cargarse al Madrid en semifinales. La otra parte es la que habla de los de Molin, de un equipo ciclotímico, capaz de pasar de la depresión más absoluta, en medio del bonito juego colectivo del rival, de cortes y pases, con movilidad continua, a un estado de subidón increíble. Y todo en quince minutos, los que duró el descanso. El Madrid, que era bailado (25-44, 19 abajo), acorralado en media pista, sin balance defensivo después de cada lanzamiento al...
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