De pegada sin fútbol construyó el Madrid su liderato y con fútbol sin pegada lo entregó en el Camp Nou, frente a un Barça que no fue mejor ni tuvo mejores ocasiones pero sí más puntería. Esa aritmética tras la que se parapetó Pellegrini tantas veces fue en esta ocasión el refugio de Guardiola. Su Balón de Oro del clásico acabó siendo Puyol, con tres cruces providenciales. Vale quitarle importancia a Cristiano para no arrugar la moral de la tropa cuando falta, pero hay un Madrid con él y otro sin él. Contagiado de su energía y su agitación, el equipo de Pellegrini le disputó desde el principio el centro del cuadrilatero al Barça cuando sólo se esperaba que sacase alguna mano buscando el KO. El clásico tuvo un arranque feroz y extraordinariamente táctico, porque Pellegrini tiró la zaga arriba, aunque sin una presión excesivamente agresiva. Eso redujo el escenario de operaciones a treinta metros y el Barça va a menos con las estrecheces de espacio. No sólo porque sus llegadores deben arra...
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