
El deporte es hermoso porque en él suceden constantemente cosas hermosas. Como que rivalidades de época construyen leyendas pero también, y a la inversa, que esas tradiciones parezcan alimentar siempre esos duelos con solera. Y algo de eso hay cuando entran en colisión Real Madrid y Milán, un choque con pedigrí dentro del baloncesto europeo que hizo, una vez más, todo el honor a su cartel, por mucho que la noche se podría presumir plácida con el equipo de Messina en vena de juego y resultados y un rival remozado e interesante, pero inferior y lastrado por las bajas de Acker y Petravicius. Contra cualquier presunción de ese tipo la noche fue hermosa al menos en lo referente al otro baloncesto, el del corazón. El Real Madrid tapó con rabia y raza sus, esta vez sí, profundas lagunas. El Armani Jeans se defendió inquebrantable durante más de tres cuartos, tirando de manual de supervivencia hasta la emboscada final, un parcial de 20 final en la recta de meta que selló el décimo triunfo consecutivo del Real Madrid.
La noche se había anunciado también como la del regreso de Felipe y Van den Spiegel. No hubo minutos para el belga, menos de cinco en el primer tiempo para Reyes, que acusó la falta de ritmo y el exceso de motivación. El partido no tuvo concesiones y el ecosistema no fue el mejor para regresos que deben ser calculados y progresivos. Habrá ocasiones mejores que esta de cuchillos largos: 21 personales por equipo, lucha atroz por el rebote, uno de las vías de alimentación del equipo italiano hasta que en el último cuarto el Madrid arregló todas las estadísticas y también esa (30-28 finalmente).
Corazón donde el baloncesto no llega
Durante el primer tiempo, Messina pidió un tiempo muerto y mientras se golpeaba el pecho a la altura del corazón, gesticulaba a su equipo, errático y apático: "hay que jguar con esto". Excelente técnico, el italiano menaje los recursos de la pizarra pero también los resortes del alma y, aunque tarde, terminó por alumbrar en el último cuarto un equipo con fiereza de lobo, obligado a un sobreesfuerzo por sus pecados: concesión de segundas oportunidades, tardío despertar defensivo (45 puntos concedidos en el primer tiempo), un rosario de muy discretas actuaciones individuales. Durante muchos minutos, de hecho, el Madrid vivió casi en exclusiva de Velickovic, que fue esta vez más volcán que seda y sostuvo a su equipo, sobre todo en un segundo cuarto por lo demás para olvidar. El serbio acabó 21 puntos, 7 rebotes y una lección de carácter donde suele haber una escuela de movimientos.
En los últimos siete minutos el partido fue otro. El Madrid se puso las pinturas de guerra en defensa y en ataque aparecieron Prigioni, Kaukenas y sobre todo Llull, que vive como pez en el agua cuando huele a épica. Seis puntos seguidos del menorquín (triple y 2+1) ayudaron al volteo definitivo, cuando el Real Madrid regresó de entre los muertos con un tremendo parcial de 20-0 que cerró el partido: de 60-67 a falta de menos de siete minutos a un 80-67 en el que se combinó una intensidad defensiva brutal y el apoyo de una grada que era una caldera para fundir a los italianos, hasta entonces siempre concentrados, inteligentes y resolutivos.
Porque el Milán tuvo mucho culpa de los sufrimientos del Madrid. Piero Bucchi es un buen entrenador que basa el juego de su equipo en una defensa muy intensa y un ataque equilibrado y colectivista, con constantes bloqueos para el tiro exterior. Mientras Rocca y Mordente ponían la pelea, Mancielli (16 puntos) y Maciulis (20) se convertían en un tormento anotador para el Real Madrid, que tardó en cerrar el aro y descomponer las líneas de pase rivales. El Milán demostró además una capacidad de resistencia admirable. Durante el primer cuarto 21-22) mandó siempre, en el segundo dio el primer tirón (21-31) y respondió al primer amago de reacción local con entereza (33-45). Un triple de Garbajosa sobre la bocina revitalizaba al Madrid pero el Milán sorprendía de salida en el tercer cuarto con su máxima ventaja (35-49). La película se repitió: reacción blanca con un13-0 (48-49) y, otra vez, un Milán solvente y resistente: 55-58 hasta otro triple sobre la bocina, este de Prigioni.
Misma película en el último cuarto hasta el 60-67, con tres triples seguidos de los italianos que helaron Vistalegre. El resto es el 20-0, amparado por una técnica a Hall y la aparición de Llull en el momento preciso. Ahí surgió el Madrid hirviente y salvaje que cerró el partido. La derrota, con todo, deja agujeros negros como la pésima noche de Lavrinovic (0 puntos, 3 rebotes, 4 pérdidas) o el gris despliegue de Bullock. El resto fue intermitente, con destellos de Hansen y Prigioni, el fuego de Llull y la actuación inspiradora de Velockovic.
Diez victorias seguidas, Real Madrid líder en España y en Europa. Y ahora tres partidos más en Vistalegre: Granada, Khimki y Valencia. Aspirantes a rendir la que es hoy por hoy una de las canchas más calientes y difíciles de Europa: la guarida de Messina, el hogar de un Real Madrid al que le sobra corazón cuando no le baste con el baloncesto.
FICHA TECNICA
Real Madrid (21+15+22+24): Prigioni (10), Bullock (9), Hansen (11), Garbajosa (9) y Lavrinovic (0) -quinteto titular- Velickovic (21), Reyes (0), Llull (8), Kaukenas (14) y Dasic (0)
Milán (22+23+13+11): Finley (8), Mancinelli (16), Rocca (7), Maciulis (20) y Mordente (7) -quinteto titular- Viggiano (0), Bulleri (5), Hall (6) y Beard (0)
Árbitros: Grzegorz (POL), Cimikiewicz (POL) y Anastopoulos (GRE).
Incidencias: Partido correspondiente a la quinta jornada de la Euroliga, disputado en el Palacio de Vistalegre, de Madrid. Tres cuartos de entrada, 7.900 espectadores.
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